La obra de Ricardo destaca por su razonamiento abstracto, simplificando la realidad hasta definir un modelo teórico que dé cuenta del funcionamiento esencial del sistema económico; se le considera, por ello, el padre de la teoría económica y el primer economista profesional.
Fue un ardiente liberal, partidario de políticas económicas que impulsaran el crecimiento económico a base de garantizar a los capitalistas altos márgenes de beneficio, de manera que vino a teorizar el proceso de la revolución industrial británica. Razonó sobre la base de suponer que los salarios no podían -ni debían- elevarse sobre el nivel de la mera subsistencia; y criticó hasta la saciedad a los terratenientes, describiendo la renta de la tierra como un ingreso parasitario que no contribuía a la producción, pero que frenaba el crecimiento. Por la ley de los rendimientos decrecientes, creía inevitable un proceso de elevación de las rentas de la tierra y de los salarios de los trabajadores, que iría reduciendo los márgenes de ganancia hasta provocar el fin del crecimiento capitalista.
Si algo distingue a Ricardo en el campo metodológico, es su tendencia a la simplificación de los hechos; lo que para el caso es equivalente a decir que proyecta su razonamiento al mayor nivel de abstracción posible. Tanto que en ocasiones llega a distanciarse demasiado de la realidad y perder contacto con ella; tal es el caso de la teoría cuantitativa del dinero, que ha causado un perjuicio mayor al desarrollo del pensamiento económico.
Por tanto, Ricardo no podía limitarse a asignar al comercio exterior la función indicada. Sobre todo considerando que ésta parecía diseñada para satisfacer las necesidades concretas de la burguesía inglesa en el siglo XIX. De hecho, la burguesía británica estaba especialmente interesada en la importación de cereales y, en particular de trigo. Esto debía permitirle reducir los "salarios normales" y aumentar sus beneficios, pero al mismo tiempo romper el cuadro agrario inglés. A su vez, esto último buscaba justificar la especialización inglesa en la producción de manufacturas y, en la medida que las circunstancias lo permitieran, la especialización de otros países en la producción agrícola.
En fin, desarrolla el principio de las ventajas comparativas teniendo en cuenta las necesidades de la economía inglesa de su tiempo. La idea esencial es que el país que tiene una ventaja relativa en una producción (Inglaterra en las manufacturas y el "resto del mundo" en la agricultura) debe especializarse en la misma. Ello sin considerar el hecho que estas ventajas relativas no son un don divino sino un producto de la historia que, a través del comercio, tenderían a perpetuarse. Es pues el que da a Inglaterra - y de allí su triunfo sobre otros economistas de su tiempo (en particular sobre Robert Malthus) - la justificación para reordenar la producción y el comercio mundial en función de sus propias necesidades. Un reordenamiento que no utiliza otra arma que el libre comercio.
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